¿Para qué recordar muertos cuando no se ama a los vivos? ¿Vivir por qué para ausentes y morir para presentes? Los que faltan polvo son, los que ríen dan calor. No es la sombra, es la carne la que ama, vive y arde. Miguel Martínez Barradas
Cristo negro de la iglesia de la Merced (Calle 10 Poniente y 5 Norte), en la ciudad de Puebla. Cristo negro que en la fotografía es venerado por sus fieles durante un Viernes Santo, día de la Pasión en que el dios encarnado habrá de morir. Los Cristos negros tienen historias milagrosas tras de sí nutridas, en gran parte, por la mitología precolombina. Una idea perdida prevalece en estas imágenes: el Cristo negro es una representación de Tezcatlipoca, el señor de las tinieblas y del reino de lo invisible. Miguel Martínez Barradas
Vista de la Calzada de los Muertos desde la cumbre de la pirámide de la Luna, en Teotihuacán. El nombre actual fue dado por la civilización azteca y se desconoce cuál fue el que tuvo en tiempos de los teotihuacanos. El significado de Teotihuacán es impreciso, pero entre sus variantes están el del La ciudad del sol y La ciudad de los dioses (o en donde los hombre se hacen dioses) . La ciudad, como símbolo, nos habla del ansia de superar el estado material del hombre una vez que nuestro cuerpo se ha convertido en ruinas. La calzada de los muertos inicia (¿o acaso termina?) en la pirámide de la Luna y concluye en el templo de Quetzalcóatl, serpiente emplumada por la que toda forma de vida comienza. A la izquierda y a medio camino, reluce la imponente pirámide del Sol. Miguel Ángel Martínez Barradas
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